jueves, 8 de septiembre de 2016

UNO, DOS, TRES,... O CUATRO

El calmante comienza a hacer efecto y el dolor disminuye progresivamente. Tumbado sobre el camastro de la habitación del hospital, Alan H. entra en un estado de somnolencia. Cierra los ojos y pierde la conciencia, pero no llega a experimentar un sueño profundo. 
Su mente dibuja una escena del pasado, que se debate entre un recuerdo y una ilusión. Está con sus dos hermanos mayores en el embalse donde solían bañarse todos los veranos en el pueblo de sus padres. Los tres están en la plataforma, dispuestos a darse el primer chapuzón del día. Pero saben que el agua está muy fría, al menos esa es la primera impresión. Una vez superada ésta el baño resulta de lo más placentero. Deciden contar hasta tres para lanzarse a la vez. De este modo cuentan al unísono: uno, dos, tres. Al pronunciar tres Alan H. se tira al agua y sus dos hermanos permanecen sobre la plataforma riéndose de él, que muerto de frío nada como puede hasta la orilla. Su hermano mayor le dice que la cuenta era uno, dos, tres, y entonces tirarse.

Alan H. abre los ojos y vuelve a encontrarse frente a su cuerpo inmovilizado y enyesado de cintura para abajo. Su sueño de correr una maratón deberá esperar, al menos por un tiempo. Ahora que había conseguido entrenarse a fondo y prácticamente estaba preparado.

El silencio vuelve a hacer cerrar los ojos a Alan H., que ahora comienza a revivir el accidente. Llevaba cerca de dos horas corriendo por la pista forestal y sus piernas comenzaban a notar el lógico cansancio. Al salir de una curva se encontró con una motocicleta de frente y a toda velocidad. El piloto pudo frenar en seco y evitar el atropello. En seguida le pidió disculpas con la mano, que Alan H., aún asustado, aceptó. El motorista señaló hacia atrás e indicó el número tres con la mano. Alan H. le dio las gracias. Así pues prosiguió su trote cansino con la precaución de quien sabe va a toparse con dos nuevas sorpresas. De este modo llegó la segunda moto y la tercera, que Alan H. vio pasar desde el borde de la pista forestal. Entonces miró el cronómetro y decidió acelerar el ritmo hasta casa. Con la confianza de saber que ya no se encontraría ningún otro vehículo de cara, se situó de nuevo en mitad de la pista forestal y comenzó a correr más deprisa. Pero apenas dio una docena de zancadas una cuarta motocicleta le arrolló violentamente y le lanzó barranco abajo. Alan H. no pudo reaccionar. Luego vino la inconsciencia, la ambulancia, las fracturas múltiples, las operaciones, y ahora el camastro.

En el pasillo del hospital los dos hermanos de Alan H. hablan con dos de los cuatro motoristas sobre el accidente y sobre las cláusulas del contrato del seguro de responsabilidad de los vehículos. Uno de ellos les comenta que él estuvo a punto de topar con su hermano pero que luego le informó que tras él venían tres motos más. Insiste en que Alan H. pareció entenderle.

Desde su camastro, medio dormido, Alan H. oye voces en el pasillo. Distingue una, dos, tres,… o quizás cuatro.

4 comentarios:

  1. Gracias Covi, me alegro que te haya gustado.

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  2. Tus relatos siempre me hacen pensar,; eso es lo que digo siempre. En éste estoy algo confundida.¿Tiene alguna relación el "un, dos tres" de cuando se tiraba a las aguas frías de la niñez, con el no haber entendido que faltaban tres motoristas por pasar ? Alan se equivoca ... y también duda en las voces que oye desde su cama en el hospital.
    Explícame un poco el significado que has querido darle a tu relato porque mi cabeza de "jubileta" no atina en este momento. Mis saludos, Daniel.

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  3. Alan duda en si son tres motos o quedan tres, igual que dudaba con el un dos tres en el río. Lo del final es un juego para acabar el relato, como haciendo entender que en cualquier caso se puede dudar.

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